Dormir no es solo cerrar los ojos, es un proceso fundamental que sostiene nuestro bienestar integral. Dos expertos en psicología de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP) han puesto en relieve cómo la falta de un descanso adecuado impacta negativamente la salud emocional, física y mental, especialmente en jóvenes y adultos. En un mundo marcado por el estrés y la hiperconectividad, el sueño se ha convertido en un lujo que muchos descuidan.
El director de la Facultad de Psicología, Jaime Sebastián Galán Jiménez, explica que la carencia de sueño se asocia con una disminución significativa en la concentración y el estado de ánimo, pero también con un aumento en enfermedades crónicas como trastornos cardiovasculares, metabólicos y problemas en el sistema inmunológico. Uno de los principales enemigos del descanso profundo es la exposición excesiva a la luz azul de dispositivos electrónicos, que altera la producción natural de melatonina y dificulta la conciliación del sueño.
Por su parte, Alejandro Valladares González señala que las necesidades de descanso varían según la edad. Los jóvenes, en pleno desarrollo neurológico, requieren entre ocho y diez horas de sueño, aunque el uso constante de redes sociales y dispositivos digitales altera este ritmo vital. En adultos, dormir entre seis y ocho horas es crucial para procesos biológicos como la regeneración celular y el equilibrio hormonal, mientras que la falta prolongada de sueño puede desencadenar enfermedades crónicas y afectar la memoria y el rendimiento cognitivo.
Ambos expertos coinciden en que fomentar hábitos saludables —como mantener horarios fijos para dormir, reducir la ingesta de cafeína, evitar pantallas antes de acostarse y crear un ambiente tranquilo— es indispensable para garantizar un sueño de calidad. Más allá de ser un acto pasivo, el descanso debe considerarse un pilar activo del autocuidado, indispensable para enfrentar los retos diarios con energía y estabilidad emocional.