El pasado mayo, la remodelación de una vivienda en el barrio de Coghlan, Buenos Aires, dejó al descubierto restos humanos enterrados en el terreno. La propiedad, que perteneció al músico Gustavo Cerati en los primeros años del 2000, se convirtió en foco de atención tras el hallazgo, que generó múltiples especulaciones en la opinión pública y los medios.
Las investigaciones forenses determinaron que los huesos corresponden a un joven que habría fallecido de manera violenta entre 1992 y 2000. El análisis reveló signos evidentes de un ataque con arma blanca y posibles intentos de desmembramiento, mientras que elementos como monedas y un reloj Casio encontrados junto al cuerpo permitieron acotar la época del crimen.
Las autoridades aclararon que la muerte no tiene relación alguna con Gustavo Cerati, ya que el asesinato ocurrió años antes de que el músico viviera en esa casa. El cuerpo fue enterrado clandestinamente en una fosa poco profunda y con escaso cuidado, lo que apunta a un crimen cometido con intención de ocultar evidencias, pero sin sofisticación.
Este caso, aún abierto, pone de relieve una investigación que podría desenterrar sucesos oscuros de décadas pasadas y reavivar el interés por resolver un asesinato sin justicia hasta ahora, lejos del brillo mediático inicial que atrajo por el vínculo con la propiedad del icónico artista.