Durante los últimos meses de este año, me surgió una revelación. Una atracción hacia el mundo enérgico de coreografías, photocards y muuuucho contenido. En este momento de mi vida, quisiera hablar de dos cosas: los gustos que no acabamos de consolidar y que periódicamente, nos definen; y con ello, las comunidades que formamos. Entremos al mundo del K-pop.
Si bien, el K-pop no es un género nuevo en el mundo de la industria, realmente tiene bastante tiempo que se dio a conocer; pero es una fusión de otros géneros, bastante revolucionaria y cautivante. Si cada persona en el mundo, escuchara 11 veces una sola canción del mismo género; acumularíamos el total de reproducciones en formato de audio y video que respaldan a este mercado musical. Así de grande es la comunidad del K-pop: 90 mil 400 millones de vistas, según un informe publicado por la empresa Luminate.
No importa el grupo, artista o concepto que stanees (apoyes con entusiasmo); a todas las chicas fans nos une un sentimiento de cariño y admiración que rebasa lo impersonal con nuestros idols. Pues además de que los y las acompañamos en su crecimiento artístico, nos hemos cultivado de sus experiencias y contenido masivo que nos alimenta. Podríamos asegurar fríamente que en efecto, se trata de un negocio que religiosamente fomentamos; sin embargo, como desafortunadamente se suele hacer, no tomamos en cuenta la gracia y sanidad que nos aporta un apoyo emocional como lo es una lírica, una comunidad, un refugio, encontrado en el K-pop.
Es increíble la cantidad de veces que me he relacionado con grupos de chicas en este año, gracias al K-pop. Detalles como un atuendo, un corte de cabello, un peluche o un fondo de pantalla… realmente el fandom es bastante observador y continuamente traspasan las fronteras que nos hacen completas extrañas una de la otra. Es un espacio donde, con madurez y entusiasmo graduales (porque nadie es perfecto), se nos permite expresar nuestros gustos sin sentirnos infantiles o denigradas. Porque detrás de ello, habemos muchas que nos reconocemos y saludamos, desde el otro lado de la calle.
Nunca terminamos de imaginar, lo profundo que impacta en un estilo de vida, los gustos que cultivamos, el estilo que reconstruimos y la forma en que exploramos nuestra personalidad multifacética. Lo cierto es, que aunque en un principio nos alineamos a juicios superficiales; es radical despegarse de una mente cerrada y permitirse amablemente probar un lado mucho más sensible y hasta ingenuo de nosotras mismas. Más que el K-pop en sí mismo, o cualquier otra manifestación de interés que nos critican a las chicas; es evidente, que podemos construir una comunidad de admiración y fomento creativo, entre nosotras mismas y con las demás.