Una virtud filosófica reconocida durante siglos, que promueve reconocer las limitaciones de nuestro conocimiento, ha sido objeto de interés para psicólogos como Igor Grossmann, profesor de la Universidad de Waterloo, y Tenelle Porter, profesora de la Universidad de Rowan.
Porter y Grossmann destacan que la humildad intelectual no implica debilitar nuestras creencias, sino mantener la apertura a la posibilidad de estar equivocados. Esto no solo beneficia el crecimiento personal, sino también nuestras relaciones, fomentando la empatía y la disposición a escuchar. Según estudios, las personas intelectualmente humildes tienden a ser más reflexivas y abiertas a nuevas ideas, lo que facilita el aprendizaje continuo.
El concepto también tiene un impacto positivo en la percepción social. Reconocer nuestras limitaciones no solo fortalece nuestras interacciones personales, sino que puede mejorar cómo los demás nos perciben. Los líderes que demuestran humildad intelectual tienden a ser mejor valorados por sus seguidores, ya que proyectan confianza en su capacidad de aprender y adaptarse.
En contextos más amplios, como las sociedades democráticas, la humildad intelectual es crucial para evitar caer en desinformación y teorías conspirativas. Los expertos señalan que quienes la practican son más propensos a analizar evidencias antes de tomar decisiones, lo que puede ser vital en tiempos de incertidumbre y polarización.
A pesar de sus beneficios, los investigadores reconocen que aún hay mucho por descubrir sobre la humildad intelectual y sus posibles desventajas. Sin embargo, promueven prácticas como la gratitud y la reflexión para fomentar esta cualidad en nuestras vidas cotidianas.
Con información de Infobae.