titulo_columna
Kenia Hernández
Inquietudes Contemporáneas

¿Nos hemos desensibilizado?

Han pasado más de dos años desde mi primera marcha por los derechos de las mujeres. Inicialmente, todo comenzó desde pequeños brotes de la memoria que iban resaltando las pequeñas violencias que de niña dejé pasar. En la etapa de mi adolescencia, todo me hervía de coraje y presentía la impotencia de que afuera sucedía algo y yo no podía hacer nada.

Con el pasar del tiempo, se cruzaron las ideologías, intercambié pensares y se abrieron diálogos... ¿Hacia dónde iba el feminismo? Actualmente, la tercera y cuarta ola convergen y se apalancan entre la movilización social de los derechos reproductivos, la revolución del sistema de sexo-género y la denuncia de las agresiones sexuales. 

Ayer, ondeando al viento, circularon las caras y nombres de algunos perpetuadores de la violencia. El tendedero de los agresores, es una práctica que se extendió en el espacio público de todo México. En la evidencia denota una evolución de la manifestación performativa de Mónica Meyer, una obra donde El Tendedero relataba un giro de vivencias entorno al acoso sexual de la Ciudad de México.

Hoy, los trapitos al sol son expuestos como las heridas de denuncias impunes. Al pie del memorial de justicia por Karla Pontigo, los nombres de quienes agreden "se oreaban". Aún así, un hombre pasa por un lado, sínico, mientras grita, burlón: "¡Ay, me violan!" y otros a su paso, lo victorean.

Al mismo tiempo, una docena de chicas se congrega en el memorial para encender velas y ofrendar flores a las que hacen falta.  Se reciben entre abrazos y escriben mensajes. No caen en las provocaciones. Y sin saber si conocieron a quienes ofrecen memoria, resienten un mismo sentimiento.

¿Qué ha pasado con la sensibilidad de quiénes habitamos el espacio? Ojos curiosos pasean entre las manifestaciones públicas, recorren morbosos su contenido, pero no emana de ellos ninguna otra emoción. 

Las manifestaciones ya se esperan, tanto, que hasta la institución pública otorga "permisos" a las mujeres, para manifestarse  y "celebran" su valentía de vivir con fuerza... El peor punto detrás de esta enajenación del dolor ajeno, es disfrazarlo y premiarlo institucionalmente, como un logro de vida. Cuando la vida se debería de vivir tranquila.