Los dos fines de semana más esperados en el desierto de California llegaron a su fin, dejando un legado de música, moda y, sobre todo, grandes gastos. Coachella, conocido por ser el evento que mezcla la música con el lujo y la moda, no solo dejó huella en los asistentes por sus espectáculos, como el de Gustavo Dudamel, quien llevó la música clásica a la Gen-Z, sino también por el alto costo que significa para quienes buscan ser parte de esta experiencia.
Si bien los fanáticos se mostraron felices con su participación, gastaron cantidades significativas de dinero en boletos, comida, bebidas, hospedaje y merchandising, algunos enfrentan un alto costo que va más allá de lo económico. De acuerdo con fuentes estadounidenses, cada asistente al evento invierte al menos 14 mil pesos, pero pocos logran cubrirlo sin recurrir a planes de financiamiento. El 60% de los asistentes a Coachella optan por el pago diferido en mensualidades, un esquema que les permite asistir, pero que pone en riesgo su estabilidad financiera, ya que no pueden cubrir la deuda total al final del evento, lo que genera registros en el buró de crédito.
Este tipo de financiación no es exclusivo de Coachella; festivales como When We Were Young y Lollapalooza también ofrecen pagos a meses, lo que se ha convertido en una estrategia para mantener la asistencia, a pesar de los elevados costos de los boletos. Sin embargo, el deseo de estar en estos eventos y de proyectar una imagen en redes sociales está llevando a los melómanos a acumular deudas, que en muchos casos se convierten en "deudas fantasma". En México, también hay conciertos que permiten el pago a meses sin intereses, lo que facilita que los asistentes accedan a grandes festivales a pesar de la presión financiera que esto puede implicar.
Coachella no solo es una pasarela de moda y música, sino también un foco de deuda para muchos que no dudan en asumirla para disfrutar de la experiencia.