Los perros guía suelen despertar ternura y admiración. Su mirada serena y su actitud obediente llaman la atención de cualquiera que los vea caminar por la calle junto a una persona con discapacidad visual. Sin embargo, lo que muchos no saben es que acariciarlos o intentar interactuar con ellos mientras están en servicio puede ser perjudicial, e incluso peligroso.
Estos animales están especialmente entrenados para convertirse en una extensión de los sentidos de las personas que acompañan. A través de su guía, su usuario puede cruzar calles, evitar obstáculos y desplazarse con seguridad y autonomía. Por eso, cualquier distracción, por mínima que parezca, puede desorientar al perro y poner en riesgo a la persona que depende de él.
Cuando un perro guía lleva puesto su arnés, significa que está trabajando. No está jugando, ni paseando, ni esperando atención. Su concentración debe ser total. Muchos arneses incluyen mensajes como “No me toques, estoy trabajando”, que no son simples advertencias: son recordatorios esenciales para proteger su misión.
Acariciarlos, hablarles, ofrecerles comida o permitir que otros perros se acerquen sin control puede interrumpir su labor. Aunque estos canes están entrenados para mantener la calma, siguen siendo animales con instintos. Por eso, lo mejor que puede hacer la sociedad para ayudar a una persona con discapacidad que utiliza un perro guía, es simplemente no interferir.
Respetar a estos perros implica entender que no están allí para entretener ni para socializar: están cumpliendo una tarea vital. La próxima vez que veas a uno, recuerda que la mejor forma de mostrar admiración es dejarlo trabajar en paz.