Cristina Fernández de Kirchner, figura emblemática del peronismo y protagonista central de la política argentina durante las últimas dos décadas, enfrenta un nuevo episodio en su intensa trayectoria: la Corte Suprema confirmó su condena a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos, por delitos vinculados a la adjudicación irregular de obras públicas durante su gobierno.
A sus 72 años, la expresidenta y actual líder del Partido Justicialista había anunciado su candidatura como diputada por la provincia de Buenos Aires para los comicios del 7 de septiembre. De haber ganado, habría obtenido fueros legislativos que impedirían su detención. Sin embargo, tras el fallo judicial, expresó ante sus seguidores: “Los peronistas no huimos, damos la cara y el cuerpo”.
Abogada y militante desde sus años universitarios, Kirchner inició su carrera política junto a su esposo y expresidente Néstor Kirchner, con quien compartió vida, poder y legado. Su figura, profundamente polarizadora, es hoy el principal contrapeso a las políticas ultraliberales del presidente Javier Milei, a quien critica con dureza por el ajuste económico, el endeudamiento con el FMI y su estilo confrontativo. “¿De qué sirvió la motosierra, hermano?”, cuestionó recientemente en redes sociales, en alusión a los recortes presupuestarios del mandatario.
Pese a la sentencia, Kirchner mantiene el respaldo de una parte importante de la población, que la reconoce como promotora de políticas sociales, como la legalización del matrimonio igualitario, la ley de identidad de género y el acceso al aborto. También conserva influencia en el Congreso y entre sectores del justicialismo.
Viuda, madre de dos hijos —uno de ellos diputado— y abuela, Cristina Kirchner asegura que no se rendirá. “Soy una fusilada que vive”, ha dicho, en referencia tanto a la condena judicial como al intento de asesinato que sufrió en 2022.
El apellido Kirchner, convertido en símbolo y estilo, continúa marcando la historia reciente de Argentina.