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Consulta indígena, el sueño y el pragmatismo

“El objetivo del poder es lograr que la gente admita como verdadero lo que es falso, o viceversa”

-Anónimo.

 

El derecho a la consulta indígena ocupa un importante espacio en la agenda del quehacer institucional y social. El derecho a la consulta es sin duda una valiosa vía para que el poder público se legitime y la sociedad incida en la definición de la política pública.

No resulta casual que los gobiernos estatal y municipal se avoquen, en mayor o menor medida a realizar el proceso consultivo. Los precedentes de judicialización y de sentencias que evidenciaron las omisiones cometidas en el pasado, pesaron en la toma de decisiones del presente. Saben que una omisión absoluta podría tener enormes costos en la credibilidad de los nuevos gobiernos.

Algunos protagonistas políticos en los diferentes ámbitos públicos, creen que el derecho a la consulta es un trámite a cumplir, pero no una fuente de información y de criterios para ubicar la problemática, las necesidades que contribuyan a definir planes, proyectos, o leyes, menos ven necesario lograr el consentimiento previo, libre e informado del sujeto de derecho como lo es la comunidad indígena en SLP.  Estos protagonistas comúnmente carecen de una formación y una sensibilidad básica para poder ejercer sus funciones apegándose al respeto de las personas y a los derechos humanos. Les denominaré los pragmáticos simuladores.

Una minoría de protagonistas políticos tienen el interés y la esperanza de que las propuestas, opiniones y posicionamientos que se exponen por el sujeto de derecho, abonen a la materialización de los planes generales, sectoriales, en la definición de presupuestos y obviamente al respeto de los derechos humanos y colectivos. Sueñan en dejar huella de su tránsito en las instituciones intentando hacer algo útil que trascienda en benéficos sociales y le dé credibilidad al gobierno. Les denominaré los utópicos.

Unos más de estos protagonistas públicos no creen en nada y les domina el escepticismo y un destino manifiesto "de nada tiene que cambiar, y que todo siga igual". Van inercialmente a donde encuentran hueco sin preocuparse del mundo que les rodea. Como toreros en la plaza buscan hacerse presentes en los actos públicos para estar en la foto y en los reflectores. Se consideran operadores y lo peor es que piensan siempre tener la razón. Estos son los escépticos.

Estas perspectivas parecieran mundos y encontrados, de facto lo son.  Estos enfoques de percibir un proceso de participación y consulta indígena, son también la expresión de los distintos actores involucrados como sujetos obligados a consultar a sujetos de derecho a ser consultados.

El proceso de consulta se torna más confuso y complejo porque se van ensamblando voluntaria o involuntariamente la consulta estatal y las consultas municipales. Pues hay tiempos límite en la planeación y en la política. Los planificadores corren exigentes por formatos y capturas sin importar realidades. Intentando alinear un galimatías. Estos pragmáticos simuladores en el ámbito principalmente municipal, ya están definiendo acciones sin siquiera haber escuchado a los representantes de las comunidades. Apurados inventan la Matriz de Indicadores de Resultado sin haber hecho previamente su árbol de problemas. Pero nadie dice nada.

Los utópicos mantienen su esperanza y convocan, se reúnen, analizan, discuten proponen, animan y se alistan a participar en un ejercicio que fortalezca la legitimidad, la credibilidad y la legalidad. Se afanan en mantener la calma en medio de la tempestad pese a las presiones de los pragmáticos simuladores y de los escépticos.

Lo cierto es que las consultas indígenas están apenas colgadas de alfileres. Son materia frágil. Hay que cuidarlas de los pragmáticos simuladores y de los escépticos, cuyas visiones impositivas y discriminatorias hacen tanto o peor daño que las omisiones.

Mientras las comunidades y sus representantes van y vienen a dónde les digan unos y otros. Van con la esperanza de que ojalá los tomen cuenta, en medio de una trama impuesta por estos mundos encontrados. Es tal su actual vulnerabilidad construida por la marginación, la pobreza, la discriminación y la asimilación; que apenas y resisten tímidamente a los atropellos sistemáticos de sus victimarios. Intentan llevar su voz impresa en papeles arrugados, en actas improvisadas, pues en medio de la consulta hay que trabajar y buscar el sustento diario. Pues los representantes comunitarios no tienen viáticos, ni salarios, son cargos honoríficos.

Los representantes comunitarios caminan horas para llegar a los puntos de encuentro, extenuados cumplen con llevar lo que la comunidad quiere, creen con fe ciega que vendrá un milagro y la palabra empeñada en el discurso político de los gobernantes se concrete en obras y apoyos que urgen desde ayer y no importa que ahora lleguen. Asisten esperando que el diálogo no sea con oídos sordos o miradas esquivas.

Concurren sin saber que unos pragmáticos simuladores y escépticos están en sus computadoras destruyendo el futuro sin escuchar ni mirar las realidades impuestas. Elaborando agravios similares a una omisión abierta. Considerando en sus propios engaños con tal de cobrar la quincena.

Mientras los utópicos apenas y resisten intentando construir un futuro, recuperando la voz, el sentir y el dolor de las comunidades.

 

 

 

Observatorio Indígena Mesoamericano.