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A 10 años del surgimiento del “primer” smartwatch

Para quienes usan un reloj “inteligente” o smartwatch como se les conoce en el mercado, pensar que hace 10 años estos dispositivos eran un producto de nicho con una identidad aún alejada de lo que son actualmente resulta difícil.

Y es que, en el 2012 ya existían algunos experimentos que buscaban recrear aquellos accesorios futuristas que vimos desde la década de los 70s en “Viaje a la galaxia” por parte de Samsung y LG, sin embargo, fue hasta la llegada de Pebble que se pudo visualizar con mayor claridad la respuesta a la pregunta ¿Qué queremos de un reloj inteligente?

Y es que, para muchos los primeros años de la década pasada se hablaba mucho del “internet de las cosas” que era (y sigue siendo) un término utilizado para la implementación del internet en dispositivos electrónicos que originalmente y durante décadas no lo requirieron, como son automóviles, refrigeradores, televisores y hasta puertas y luces.

En aquellos años donde el internet de las cosas parecía un término desconocido pero emocionante fue que Eric Migicovsky un joven programador en Estados Unidos y acompañado de sus amigos de universidad desarrollaron la idea de Pebble, un reloj de plástico con una pantalla animada con tecnología de “tinta electrónica o e-ink” misma que era muy popular en décadas anteriores por dispositivos como Palm y Kindle.

Pebble tendría funciones muy específicas que eran notificarnos de llamadas telefónicas, leer mensajes y controlar la música de nuestro celular, todo sin sacar nuestro teléfono del bolsillo. Al mismo tiempo, también se planteó instalar un podómetro que nos hiciera recomendaciones en torno al ejercicio y actividad física que realizáramos.

Como Migicovsky lo anotó en una reciente entrada en su blog de Medium, Pebble como empresa carecía de la infraestructura y el apoyo financiero para llevar a cabo el lanzamiento oficial de su primer dispositivo comercial y, con pocas opciones a la mano, decidieron lanzar su proyecto a Kickstarter, la joven plataforma de crowdfunding donde emprendedores podían presentar su idea al público, definiendo una meta económica para poder lanzar su proyecto, y siendo los mismos usuarios con donaciones pequeños o grandes quienes financiarían sus propios productos, claro, si la idea resultaba convincente.

Pebble significó un hito para Kickstarter y el modelo económico del crowdsourcing al recaudar más de 20 millones de dólares cuando su meta original era de tan solo 50,000 dólares. Pocas veces se había visto una situación igual.

Con 68 mil personas apoyando el lanzamiento de Pebble la empresa vio un crecimiento exponencial interesante en los siguientes 3 años que siguieron al inevitable lanzamiento de su nueva y mejorada versión, con pantalla a color y nuevas funciones llamado Pebble Time. La comunidad de seguidores y críticos de seguidores se mostraron optimistas con este nuevo modelo que llegaba, nuevamente financiado por sus propios clientes, a un mercado completamente nuevo.

En el 2015 las cosas habrían cambiado mucho, ahora con la llegada del Apple Watch, virtualmente todas las compañías tecnológicas presentaban algún tipo de smartwatch, desde los Gear de Samsung hasta los enormes relojes parecidos a piezas de joyería de Motorola. Pebble tuve un difícil arranque, que, peor aún sufrió varis contratiempos como el mismo Migicovsky destacaba en su blog.

“Planteamos generar ganancias por más de 100 millones de dólares con nuestra primera tanda de productos”. La realidad es que apenas alcanzamos los 68 millones y nos enfrentábamos a bodegas llenas de un producto que no se vendía, por el simple hecho de que nunca diseñamos una estrategia sólida para salir de nuestro mercado base y explorar si la identidad de nuestro smartwatch sería un dispositivo fitness o de productividad, al mismo tiempo que algunos errores de diseño como una pantalla pequeña, y una presión de tiempo para generar dividendos terminó quebrando a la empresa”

Es fácil leer la angustia de Migicovsky a 10 años de haber cerrado Pebble y haberlo vendido las partes aún funcionales a Fitbit, pero la lección y el legado de su empresa aún sigue resonando en la comunidad tecnológica, dejando además, un cambio de paradigma en el internet de las cosas como las conocemos.