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Una década después del internet de las cosas

Hace diez años, en el 2012 me preguntaban por primera vez en una colaboración semanal de radio sobre el internet de las cosas. El concepto existía desde mucho tiempo antes, pero la popularización del término y lo que implicaba aún estaba en el conocimiento de unos pocos.

Y es que la primicia de un mundo donde televisores, automóviles y otros dispositivos electrónicos pudieran conectarse a internet sonaba a algo rebuscado, hasta innecesario decían algunos.

En el 2012 ya existían las redes sociales, el iPhone de Apple ya era reconocido como el smartphone a vencer y el acceso a internet de banda ancha era ya una regla en los hogares de nuestro país; Justamente en este contexto fue que se comenzaba a hablar del internet de las cosas, y recuerdo que la conductora del noticiero que me entrevistaba me preguntaba “¿Pero qué caso tiene ponerle internet a tu refrigerador, a las luces o la televisión? ¿Con qué fin?” Y en aquel momento era difícil justificar el internet de las cosas porque simplemente no sabíamos todo lo que iba a poder hacer en la actualidad.

10 años después hay más dispositivos conectados a internet que personas en el mundo, en promedio, se estima que son más de 10 billones de dispositivos conectados al día. Imagine usted.

Actualmente, el internet de las cosas es visto como un tema ubicuo en nuestra sociedad. Es difícil ver un automóvil nuevo que no cuente con capacidades inteligentes como es una pantalla, navegación satelital y conectividad con nuestros teléfonos para tocar música o ver videos. Tanto es el éxito de este tipo de coches que la industria productora de microchips se ha ido a una crisis de producción y sobre demanda que ha afectado a todo tipo de electrónicos.

Y es que, con el paso de los años la producción de chips se ha visto atrasada por factores como costos de producción, cierre inesperado de fábricas, una pandemia global y el enfriamiento de las relaciones comerciales entre los gobiernos occidentales y China, el mayor productor de chips en el mundo.

Pero regresando al tema del internet de las cosas, lo cierto es que esta tecnología ha cambiado significativamente como interactuamos con cientos de dispositivos, para muchos, los relojes han dejado de ser un accesorio de joyería y ha dado paso a versátiles gadgets capaces de medir nuestro ritmo cardíaco, oxigenación en la sangre y actividad física durante el ejercicio. Dicho mercado representa uno donde se mueven billones de dólares al año.

El mismo caso ocurre con los televisores que han dejado de depender de dispositivos externos como eran los Chromecast o las cajas de streaming como Roku, para darle paso a la integración de sistemas operativos capaces de conferirle a nuestras cajas negras la versatilidad de mostrar cualquier contenido en streaming, instalar aplicaciones e incluso, conectarse a nuestras tablets y teléfonos para mostrar cualquier tipo de contenido.

El internet de las cosas también ha permitido que los gerentes de marketing puedan analizar de manera más precisa a sus mercados, siguiendo check ins, bitácoras de transporte y de consumo, e incluso una segmentación de mercado capaz de elegir en que plataforma queremos que nuestros clientes vean nuestros anuncios.

Es así como 10 años después, la pregunta ¿Para qué queremos el internet de las cosas? Se ha vuelto en una que cuestionaría ¿Qué hacíamos antes del internet de las cosas?, cuestionamiento que definitivamente nuestros jóvenes adolescentes se hacen al ver los aparatos que usábamos hace apenas 10 o 20 años.