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El Mirador
Redacción

Estamos vulnerados, nadie se salva

Desde hace tiempo está confirmado. México es un país en el que ejercer el periodismo es una actividad de muy alto riesgo, casi al nivel de los países que se encuentran en guerra. El ataque contra Ciro Gómez Leyva, uno de los periodistas con mayor visibilidad, lleva al extremo los alcances de la violencia que los poderes, oficiales o fácticos, ejercen contra un gremio indefenso.

 

No se tiene certeza de cuál fue el origen de ese cobarde ataque; lo que sí tenemos claro es que las acciones que algunas autoridades han ofrecido para defender la libertad de expresión y a quienes la ejercen no han sido suficientes: van 15 periodistas asesinados en 2022, el peor año en ese rubro a lo largo de la historia.

 

Opera el Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, de Gobernación. Algunos compañeros que perdieron la vida estuvieron bajo el manto de ese sistema. Señalan los especialistas que las evaluaciones que realizan sobre los riesgos que enfrentan los comunicadores no son precisas.

 

Periodistas han emprendido procesos contra decisiones de las autoridades, por medio de las cuales les han negado o retirado la protección. Recientemente el mecanismo resolvió retirar escoltas a un compañero de Veracruz que recibió amenazas, porque los actores señalados en sus notas periodísticas son políticos, y así “la probabilidad de que dispongan de medios para llevar a cabo alguna intención de causar daño es de media capacidad”. Ello, pese a que uno de los escoltas con los que contaba este periodista —cuya identidad pidió ser reservada— había sido asesinado, pero los calificadores de Gobernación dictaminaron que tal suceso ‘fue resultado de un asalto’.

 

La decisión del mecanismo fue revocada en el Tribunal Federal de Justicia Administrativa, a propuesta de la magistrada Zulema Mosri y el periodista recuperó su protección en cuestión de horas. Éste es apenas uno de los muchos casos que, lejos del respaldo, se ven en la necesidad de remar a diario contra la corriente. En tanto cuidan las espaldas. Al tiempo en que respiran con miedo.

 

Quien ordenó el atentado contra Ciro no trabaja para nadie. Trabaja para sí mismo, de manera que se culpe a otros. Generando a unos inestabilidad política —como bien reconoció AMLO— y a otros zozobra. Es el juego perfecto, donde todos perdemos. Y hay que desactivarlo.