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El Mirador
Redacción

La vida misma

La vida misma

 

 

Mi corazón, que vive en esporádicas remodelaciones, abriendo y acomodando espacios, está hoy en plena obra, purgando el calefactor y tratando de subir la temperatura para atravesar el invierno. Él sabe que la vida avanza inexorable y, uno tiene el deber emocional de crecer y adaptarse con ella. Hay que sumar nuevos protagonistas a nuestras películas para enriquecer las tramas y embellecer sus argumentos. En eso estoy, y con ello, muy contento.

 

El universo tiene tiempos perfectos, y le creo, pero un poco forzado, no al cien por cien convencido, porque aún mantengo la osadía de pensar que puedo y debo influir en los míos, en mis momentos y, guiar o intentar definir, aunque sólo sea en parte, hacia donde quiero encaminar mi destino. A mis años, que no son tantos, tengo mucho más claro lo que no deseo en mi vida que lo que sí, y pretendo dejar para lo bonito, lo ansiado y lo positivo un margen amplio a la sorpresa que se irá develando en el propio devenir cotidiano, pero en lo que no quiero, trataré de ser firme, al menos mientras sienta que me quita armonía, paz o felicidad.

 

Estas son algunas de las cosas que no aceptaré, porque no las quiero, ni para mí… ni para nadie:

 

1) La mentira. Quiero vivir en la verdad, decir y escuchar lo que es, y lo que siento, aunque el primer impacto no guste del todo. No aceptaré el engaño; pienso ser verdadero y leal hasta la muerte. Dejaré la fantasía para mis relatos y cumpliré como nunca el octavo mandamiento.

2) Las medias tintas. Sí o no, saber siempre si estoy o no estoy, no jugaré el juego de la incertidumbre, la dualidad acomodaticia, porque las cosas se dan o no se dan y no aceptaré vivir en la duda.

3) La entrega parcial. Soy apasionado para todo, para el trabajo, para mis sueños y para el amor; los que caminan a mi lado deben compartir esa energía para estar en el mismo canal y disfrutar juntos el viaje.

4) La preocupación. Tengo que aprender a vivir el presente, el pasado nos llena de culpas y el futuro de titubeos, la única verdad es hoy. Disfrutaré de lo que venga cuando llegue o atenderé el conflicto cuando se presente.

5) El miedo. Vivir acobardado es una cruz, nada por grave que sea merece quitarme la calma. Si lo que viene es controlable para que temerlo y si no lo es, de nada me servirá tenerle miedo.

6) El desamor. Quiero vivir rodeado de mimos, escuchar te quiero y palabras dulces todos los días, decirlas y sentirlas, quiero besos, caricias en el cuerpo y en el alma; no quiero gente amargada en mi camino que me llene las mañanas o las noches de tristezas.

7) La quietud. Quiero morir evolucionando, aprendiendo, creciendo, estudiando éste y otros másteres, probando nuevas emociones, no quiero la quieta paz de las tumbas, ni el conformismo de los atrapados.

8) La ambición. No quiero carreras contra el éxito, ni ser forzosamente el mejor, ni el más fuerte o el más guapo, no me interesa ganar la competencia, quiero la alegría de lo que soy y, si fuera preciso, hasta la mediocridad de los siempre felices.

9) El juicio. He de vivir desde mi óptica sin perderme juzgando a nadie y también sin que me importe que me juzguen.

10) El abandono. Vivir al pendiente de la salud para vivir más y mejor. No descuidarme, quererme tanto que el amor empiece en mí y me permita prodigarlo. Quiero que me quieran hasta el final, estar solo cuando me plazca, pero no sentirme jamás abandonado.

 

Estás bases las iré modificando con la misma intención con la que hoy las escribí, son sólo una guía, la de hoy, porque mañana yo seré otro y mis normas serán también distintas.