Desde Bruselas, el Papa Francisco calificó los abusos a menores cometidos por miembros de la Iglesia como "la vergüenza y la humillación de la Iglesia" y aseguró que se debe pedir perdón. Durante su discurso en el Castillo de Laeken, en su primer día de agenda oficial en Bélgica, el Papa enfatizó la necesidad de enfrentar y resolver esta problemática con humildad y determinación.
“Esta es la vergüenza que hoy todos nosotros tenemos, hay que afrontar y resolver el problema”, expresó Francisco, añadiendo que la Iglesia debe asumir la responsabilidad y evitar que estos actos se repitan. En un mensaje improvisado, el pontífice recordó a "los santos inocentes de los tiempos del rey Herodes" y afirmó que la Iglesia debe asumir su papel en estos crímenes, pidiendo perdón y trabajando para evitar futuros abusos.
El Papa Francisco también hizo referencia a los casos de abusos en otras instituciones, como la familia y el deporte, pero subrayó que "sólo un caso en la Iglesia es suficiente para probar vergüenza". Además, destacó que la Iglesia está abordando "la plaga" de los abusos a menores con "decisión y firmeza", acompañando a las víctimas y estableciendo programas de prevención a nivel mundial.
El primer ministro belga, Alexander De Croo, instó al Papa a tomar medidas concretas y a escuchar a las víctimas, reconociendo las atrocidades cometidas y haciendo justicia. En su discurso, Francisco reconoció la disminución de católicos en Bélgica y afirmó que la Iglesia debe esforzarse por transmitir un mensaje de amor y caridad, adaptándose a las realidades actuales.
El Papa también expresó su tristeza por las "adopciones forzadas" que ocurrieron en Bélgica entre los años 50 y 70. Según Francisco, estas adopciones, en las que la Iglesia y otras entidades sociales participaron, a menudo privaron a las madres solteras de la oportunidad de decidir sobre el futuro de sus hijos. Citando el podcast "Kinderen van de Kerk" del periódico belga Het Laatste Nieuws, se estima que la Iglesia vendió alrededor de 30 mil niños sin el conocimiento de sus madres entre el final de la Segunda Guerra Mundial y los años 1980. El Papa condenó estas acciones, que reflejan una mentalidad equivocada de la época, y pidió que se reconozcan y reparen los daños causados.