Medio siglo después de su ejecución por parte del Ejército, los restos de cinco campesinos asesinados durante la Guerra Sucia finalmente regresaron con sus familias. Este emotivo acto tuvo lugar en el municipio de Ajuchitlán del Progreso, Guerrero, donde las víctimas fueron veladas en un ambiente cargado de dolor, memoria y exigencia de justicia.
De acuerdo con los relatos de los familiares, las ejecuciones ocurrieron en julio de 1971, en el contexto de la persecución militar contra el líder guerrillero Lucio Cabañas Barrientos. Por años, los cuerpos permanecieron sin identificar, simbolizando una de las muchas heridas abiertas de ese periodo.
La entrega oficial de los restos tuvo lugar en el Servicio Médico Forense (Semefo), en Chilpancingo, donde los familiares enfrentaron una larga jornada burocrática que se extendió por más de diez horas. Una vez completado el trámite, decidieron trasladar los restos hasta la puerta de la 35 Zona Militar, en un acto simbólico de protesta para exigir que los responsables sean llevados ante la justicia y que se esclarezcan los crímenes de la época.
Este caso forma parte de los esfuerzos actuales para dar respuesta a las demandas de justicia y verdad de las familias de las víctimas de la Guerra Sucia, un periodo marcado por la represión estatal contra movimientos sociales y políticos.
Los familiares de los campesinos han señalado que este es solo un paso hacia la reconciliación, pero que no será completo hasta que el gobierno asuma plenamente su responsabilidad en las violaciones a los derechos humanos cometidas durante esos años. Exigen que las investigaciones continúen y que se garantice la no repetición de hechos similares.
El retorno de estos restos pone de manifiesto la importancia de mantener viva la memoria histórica, no solo para rendir homenaje a las víctimas, sino para construir un país donde la justicia prevalezca sobre la impunidad.