El papa Francisco, el primer pontífice latinoamericano y jesuita en la historia de la Iglesia Católica, falleció este viernes a los 88 años en su residencia de la Casa Santa Marta, en el Vaticano. Con su muerte se cierra una etapa de más de una década caracterizada por una visión pastoral, reformas profundas y una apuesta por los más marginados.
Nacido como Jorge Mario Bergoglio el 17 de diciembre de 1936 en Buenos Aires, Argentina, el papa Francisco se convirtió en una figura transformadora desde su elección el 13 de marzo de 2013. Su pontificado se centró en renovar las estructuras de la Iglesia, promover la justicia social, atender las periferias y adoptar un enfoque abierto hacia temas como la migración, el medio ambiente, la diversidad sexual y la economía solidaria.
Francisco será recordado por su lenguaje directo, su estilo austero y sus esfuerzos por modernizar la Curia Romana a través de la Constitución Praedicate Evangelium, así como por su firme condena a los abusos sexuales dentro del clero. También impulsó una Iglesia más sinodal, con un tono menos doctrinario y más empático, lo que generó tanto adhesiones como resistencias dentro del propio Vaticano.
La despedida de un papa reformador
La Oficina de Prensa del Vaticano informó que el traslado del cuerpo del pontífice a la basílica de San Pedro para su homenaje público podría tener lugar el miércoles 23 de abril. Será allí donde los fieles podrán rendirle tributo, según las nuevas disposiciones funerarias establecidas por el propio Francisco.
El cuerpo, que permanecerá en la capilla de la Casa Santa Marta hasta su traslado, será expuesto frente al baldaquino de San Pedro, como marca la tradición. No obstante, habrá diferencias notables en los rituales fúnebres, conforme a la edición actualizada del Ordo Exsequiarum Romani Pontificis, que el propio papa aprobó en 2024 con el fin de simplificar y adaptar las ceremonias.
A diferencia del pasado, el reconocimiento de la muerte se hará en su capilla privada y el cuerpo será colocado de inmediato en un ataúd de madera con interior de zinc. Se elimina así el uso de los tres ataúdes tradicionales (ciprés, plomo y roble) y también la exposición en un catafalco, optando por una presentación más sobria. Tampoco se colocará el báculo papal junto al féretro durante la exposición.
En la segunda “estación” litúrgica, el ataúd será cerrado la víspera de la misa exequial. Finalmente, en la tercera etapa, el cuerpo será sepultado en la basílica de Santa María la Mayor de Roma, cumpliendo otro de los deseos expresos de Francisco, quien había decidido no descansar en las criptas de San Pedro, como la mayoría de sus predecesores.
Comienza el camino hacia un nuevo papado
Mientras tanto, los cardenales ya han sido convocados a Roma para iniciar las congregaciones generales que preceden al cónclave. En estas reuniones preparatorias se determinarán tanto la fecha del funeral como la del inicio del proceso para elegir al nuevo Sumo Pontífice, en un cónclave que nuevamente reunirá a los cardenales electores menores de 80 años bajo el estricto aislamiento de la Capilla Sixtina.
El papa Francisco deja una Iglesia en transición, marcada por el impulso hacia una mayor inclusión, transparencia y descentralización. Su legado, construido entre tensiones internas y gestos de acercamiento con los pueblos del mundo, será evaluado por la historia y por el nuevo sucesor que pronto ocupará la silla de Pedro.