Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Oxford y sustentado en modelos astronómicos de la NASA ha reavivado el debate sobre la posibilidad de determinar la fecha exacta de la crucifixión de Jesús. A través de simulaciones computacionales que rastrean la posición del Sol, la Tierra y la Luna, los científicos identificaron un eclipse lunar ocurrido el viernes 3 de abril del año 33 d.C., fecha que coincide con la cronología tradicional de la muerte de Cristo.
El fenómeno, visible desde Jerusalén poco después del atardecer, tiñó la Luna de un tono rojizo, fenómeno conocido como “luna de sangre”. Esta descripción aparece en los Evangelios y en otros textos del Nuevo Testamento, donde se menciona que “el sol se oscureció” y “la luna se volvió como sangre” durante la crucifixión. Tradicionalmente, estas referencias se han interpretado como símbolos proféticos, pero el descubrimiento sugiere que podrían estar basadas en hechos reales observables en el cielo.
Los académicos Colin Humphreys y W. Graeme Waddington han propuesto que este eclipse fue el mismo al que aluden tanto los Evangelios como el libro de los Hechos, donde el apóstol Pedro cita al profeta Joel: “El sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre, antes que venga el día grande y glorioso del Señor”. Según su interpretación, Pedro no hablaba de una profecía futura, sino de un evento reciente y conocido por sus oyentes.
Aunque algunos expertos sostienen que los pasajes se refieren a la segunda venida de Cristo, otros consideran que aportan evidencia sobre cómo los primeros cristianos interpretaron las señales astronómicas. Incluso textos apócrifos como el Informe de Pilato describen estos fenómenos celestes con mayor detalle. El hallazgo, que fue realizado en los años noventa pero se ha viralizado nuevamente gracias a redes sociales, otorga un nuevo peso a la idea de que los cielos acompañaron la crucifixión de Jesús de forma literal y no solo simbólica.