Algunos intelectuales y pensadores del pasado, llegaron a decir que siempre en tiempos de crisis es cuando la fe aparece con más fuerza y voluntad. Antonio Gala, un escritor español de la región de Brazatortas, lo mencionaba en los años de 1991: “¿Cómo no va a desear el hombre, lleno de limitaciones, lleno de tristezas, de amarguras provocadas… cómo no va a desear que haya otra vida en que sea de otra manera?”.
Y es por eso que hoy, escribo esta columna a la muerte del Papa Francisco, el tercer Papa fallecido en lo que van de estos primeros 25 años del nuevo siglo. Un hombre que sin duda fue excepcional y que me atrevería a decir… que logró lo impensable; el haber superado el carisma y la imagen que dejó el pontificado de Juan Pablo II.
La muerte de Francisco, tomó al mundo con absoluta sorpresa, en plena semana de pascua y en la cual decidió despedirse de sus feligreses en la Plaza de San Pedro… aquella que lo viera convertirse en el sucesor 266 de San Pedro, en la noche del 13 de marzo del 2013; fueron 12 años de pontificado, en el cual sólo dos ideales dominaron su vida: la sencillez y la paz.
Y es que en este mundo que vivimos, tan lleno de polarización, de violencia, de consumismo endemoniado, de “frivolidad colectiva”; tiempos en los que perdemos el tiempo defendiendo líderes políticos que fueron idolatría para algunos y decepción para otros. Es ahí entonces donde supo caber de manera inmediata el legado de Francisco, que fue más allá de la fe o de lo espiritual, el Papa argentino logró ganarse súbitamente a las masas, a la gente, al pueblo… a todos aquellos que esa iglesia desprendida, tradicional y en veces hasta alejada y arcaica soltó décadas atrás.
Por eso, no me sorprende que una gran parte del mundo y de las personas, que pertenecen a la Iglesia Católica estén llorando la partida del sumo pontífice. Creo firmemente que esa búsqueda de paz que dejó plasmado Francisco en su último mensaje antes de morir en contra de las políticas armamentistas y de guerra, es lo que el mundo añora pero que teme decirlo públicamente por el temor a los poderosos, a la censura, a las dictaduras y hasta de sus propios semejantes.
Ha muerto Jorge Mario Bergoglio, pero hoy por hoy el mundo entero mira su pontificado que estuvo marcado por la humildad y la cercanía. Desde su elección en 2013, Francisco impulsó una Iglesia más inclusiva, con un mensaje de misericordia y justicia social. Su compromiso con los pobres fue inquebrantable.
El papa Francisco falleció dejando un legado de diálogo y esperanza, dando voz a un mensaje que resonó más allá de los muros del Vaticano, trascendiendo religiones y fronteras.
El mundo llora su pérdida mientras la Iglesia se prepara para despedirlo con honores. Su legado perdurará en cada gesto de compasión y en cada oración por los desamparados.