Bajo un ambiente de recogimiento y profunda emoción, miles de fieles acudieron este sábado a la basílica de San Pedro para dar el último adiós al papa Francisco. Durante la ceremonia fúnebre, el decano del colegio cardenalicio, Giovanni Battista Re, trazó no solo un homenaje al pontífice argentino, sino también un bosquejo de las prioridades que deberá asumir su sucesor: una Iglesia abierta e inclusiva.
En sus doce años de pontificado, Francisco impulsó reformas que buscaron acercar a la Iglesia a los sectores más vulnerables, aunque también provocó tensiones internas entre alas conservadoras y moderadas del catolicismo. Esta división, según observadores eclesiásticos, marcará el próximo cónclave, donde 134 cardenales se reunirán para elegir a un nuevo líder.
"El próximo papa deberá actuar como garante de la unidad, en una comunidad diversa y a veces fragmentada", explicó a EFE Roberto Regoli, historiador de la Pontificia Universidad Gregoriana. De acuerdo con analistas, es probable que el nuevo pontífice sea una figura de perfil moderado, capaz de tender puentes entre posiciones divergentes.
Entre los temas pendientes figura el papel de las mujeres en la vida eclesiástica. Aunque Francisco cerró la puerta a la ordenación sacerdotal femenina, permitió un avance simbólico con nombramientos como el de Simona Brambilla al frente de uno de los dicasterios vaticanos. Este tipo de decisiones, sin embargo, ha generado resistencias en algunos sectores más tradicionales.
Otro asunto que divide es el alcance de la bendición a parejas consideradas “irregulares”, establecido en el documento Fiducia Supplicans, que provocó una reacción crítica, especialmente en la Iglesia africana. "Por primera vez, África mostró una voz común ante Roma", destacó Regoli, subrayando que el próximo papa deberá gestionar con sensibilidad las diferencias regionales dentro del catolicismo.
En el terreno internacional, el pontificado de Francisco fue testigo de avances diplomáticos históricos, como el acuerdo con China sobre el nombramiento de obispos, aunque no exento de controversias, en particular con Estados Unidos. La relación con la administración del presidente Donald Trump y las tensiones sobre políticas migratorias serán desafíos diplomáticos que heredará el futuro líder de la Iglesia.
Finalmente, las finanzas vaticanas, a pesar de los esfuerzos de Francisco por dotarlas de mayor transparencia, siguen siendo motivo de preocupación. Con una notable disminución en las donaciones, el próximo pontífice deberá enfrentar la necesidad urgente de una reestructuración económica profunda.
El legado de Francisco, centrado en la cercanía a los pobres, la apertura al diálogo y la búsqueda de una Iglesia menos burocrática, queda ahora en manos de quien sea elegido para continuar su obra en tiempos de grandes expectativas y profundos cambios.