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Gustavo Candia
Opinión

El pulgarcito de la 4T...

"Cualquier hombre que tiene que decir 'yo soy el rey', no es un verdadero rey."
Tywin Lannister.

Hay momentos en la vida pública mexicana que rozan lo sublime, pero no en el sentido elevado del término, sino en ese rincón tragicómico donde el poder se descompone como plátano en bolsa de plástico. Uno de esos instantes sucedió en un escenario digno de Shakespeare con presupuesto de Televisa: la sala de abordar de un aeropuerto nacional, donde se encontraron el senador Gerardo Fernández Noroña y el abogado Carlos Velázquez.

El abogado, con una mezcla de civismo indignado y precisión jurídica, le expresó al senador lo que millones quisieran decirle a tantos servidores públicos con ínfulas de realeza: “Aquí no hay fuero para saltarse la fila”. Lo acusó de pretender privilegios por el solo hecho de ostentar un cargo que, en teoría, lo compromete al servicio, no a la superioridad. Le recordó, sin alzar la voz, pero con la fuerza de los hechos, que la ley es pareja y que si él, como ciudadano, tiene que esperar su turno, también lo debe hacer un legislador, aunque este venga envuelto en discursos de izquierda. Velázquez puso el dedo en la llaga al denunciar públicamente la incongruencia entre el discurso de austeridad y la práctica del influyentísimo descarado, evidenciando que el verdadero clasismo es exigir trato especial cuando se pregona igualdad.

Aquí es donde la magia del absurdo mexicano cobra forma. Noroña, cuya sensibilidad política ha demostrado tener la fineza de una charola de tacos sudados, respondió no con argumentos, sino con su arma predilecta: el berrinche altisonante. Alegó ser víctima de una agresión ideológica y acusó al abogado de clasismo, cuando en realidad lo que se evidenció fue el viejo mal de muchos políticos: el clasismo invertido, donde el fuero es escudo y la ignorancia espada.

Pero lo más revelador no fue el enfrentamiento en sí, sino lo que el episodio nos dice de Noroña. Aquí tenemos a un hombre que gusta de posar como el adalid de los pobres, pero que exige trato de emir; un marxista de salón, que apenas ve una fila y ya siente que el proletariado le está fallando. Sin embargo, en la tragicomedia nacional, el poder herido no responde con reflexión, sino con el manual del victimismo institucional: acusar al ciudadano de “clasista”, “provocador” y “enemigo del pueblo”. En México, cuando un ciudadano incomoda a un político, lo esperado es que termine pidiendo disculpas —no solo públicas, sino con la espalda arqueada, la cabeza baja y, si se puede, con un tapete para no rasparse las rodillas— como si recordarle a un senador que haga fila fuera un acto de herejía parlamentaria.

Y así sucedió: el 19 de mayo de 2025, Carlos Velázquez fue convocado al Senado para ofrecer una disculpa pública al senador Fernández Noroña. El acto, transmitido por los canales oficiales, fue criticado por diversos sectores como una humillación hacia un ciudadano. El senador, por su parte, aceptó la disculpa con solemnidad, cerrando el capítulo con un “está finiquitado y a trabajar duro por el pueblo y por la patria”.

Sin duda, este susodicho, exhibió su falta de sentido común y lo pequeño que es frente a otros políticos, que si me permite decirlo, demostraron su madurez y su gran capacidad de comprensión y sentido común, como Enrique Peña Nieto, el expresidente que ante las innumerables descalificaciones, mentadas de madre, y no solo a su persona, a su familia y circulo cercano, jamás utilizó su investidura como pretexto para humillar a la ciudadanía y mucho menos exhibirla en un circo tan bajo como lo ha estado haciendo la pasada y actual administración Federal… quien iba a decir que extrañaríamos a nuestro Siempre carita, Peinado perfecto, el huele bien, Tlatoani Supremo, nuestro Bebé, nuestro pedazo de pendejo, nuestro maestro en matemáticas, nuestro Doctor en Física cuántica, el suegro de todo México… Enrique Peña Nieto… sin duda humildad y sencillez es lo que vemos ahora en él, éramos felices y no lo sabíamos….