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Martha Navarro
El mundo de los introvertidos

¿Por qué nos da miedo hablar en público?

Hablar frente a un grupo de personas para cierto sector puede representar algo interesante y emocionante, sin embargo, para muchos otros representa uno de los desafíos más aterradores de la vida adulta. De hecho, un dato bastante interesante, es que según estudios realizados por el investigador G. D. Bodie, el temor a hablar en público figura entre las formas más comunes de ansiedad social. Lo curioso es que no estamos frente a una amenaza real, no hay riesgo físico ni un peligro directo como tal, sin embargo, el cuerpo si reacciona de tal forma. El día de hoy, querido lector hablaremos sobre el miedo a hablar en público.

Para iniciar, es significativo mencionar que cada caso es único y diferente, por lo cual no podríamos generalizar que las razones del porque alguien siente este temor, son las mismas para todos. Sin embargo, existen varias explicaciones para este fenómeno, que plantea la ciencia, en donde, hablar en público nos confronta con un miedo profundo y muy antiguo el miedo a ser rechazados. De acuerdo a David Buss, desde la psicología evolutiva y en su trabajo sobre el comportamiento social humano, el sentido de pertenencia ha sido clave para la supervivencia de la especie. Ser excluido del grupo, hace miles de años, podía significar quedar a merced del hambre, el frío o los depredadores, y es por eso que nuestro cerebro se acostumbró a reaccionar con alarma ante cualquier situación que pusiera en juego nuestra aceptación social.

Hoy, aunque la exclusión ya no implique un riesgo vital, sigue activando las mismas zonas cerebrales. Estudios como el de Blömeke y Kalbe en 2018, publicado en Social Cognitive and Affective Neuroscience, han demostrado que al hablar en público se activa una región del cerebro, llamada la amígdala, misma que está directamente relacionada con el miedo, la cual se pone en marcha cuando sentimos una amenaza. En ese momento, el cuerpo responde con síntomas físicos como sudor en las manos, temblor en la voz, mente en blanco y aunque sabemos que estamos a salvo o que no corremos un peligro como tal, la biología no distingue entre un grupo de personas en un auditorio y un león acechando.

Otro aspecto importante, el cual todos conocemos, es el miedo que sentimos ante al juicio. Según el modelo cognitivo-conductual de Clark y Wells, desarrollado a lo largo del siglo XX, mismo que ha sido citado en investigaciones sobre ansiedad social, este tipo de miedo se sustenta en una serie de pensamientos que lanzamos de manera automática y un poco distorsionada, sobre lo que los demás podrían pensar de nosotros. Cuando hablamos en público, no solo tenemos que organizar nuestras ideas, también luchamos con frases de nuestro dialogo interno, como, “¿y si me equivoco?”, “¿y si no les gusta lo que digo?”, “¿y si se burlan de mí?”. En otras palabras, no solo nos enfrentamos al reto de expresarnos, sino también la presión de no fallar.

Este tipo de pensamientos, según los investigadores Schlenker y Leary, en sus trabajos relacionados a la autoimagen y la ansiedad social, nacen de nuestra necesidad de proteger la imagen que damos al mundo. Hablar en público es una forma de vulnerabilizarnos, nos coloca en un escenario en el que todos nos pueden ver, escuchar y “juzgarnos”, y aunque la crítica no sea tan severa como creemos, nuestra mente tiende a exagerar el posible rechazo.

Lo interesante es que muchas de estas creencias, de acuerdo al psicoterapeuta Mario Guerra, se construyen desde nuestras experiencias pasadas. Un mal momento en la escuela, una risa incómoda, un olvido en una exposición o incluso comentarios que escuchabas desde niño, es entonces, donde cada nueva oportunidad de hablar en público activa esa alarma guardada en la memoria, como una especie de “no lo vuelvas a hacer”.

Y aunque todo el panorama sea desalentador, también es cierto que estas reacciones pueden cambiar. Así lo plantea Chris Anderson, curador de TED Talks, quien expone que la exposición repetida, el entrenamiento y el cambio de enfoque hacen una gran diferencia, resumiendolo así en su libro TED Talks: The Official TED Guide to Public Speaking: “No se trata de eliminar el miedo, sino de aprender a convivir con él”. Lo que nos hace entender que, incluso los mejores oradores sienten nervios, la diferencia es mera y exclusivamente su perspectiva, en la que no hablan para impresionar, sino para conectar con la gente.

El miedo a hablar en público no desaparecerá de un día para otro, porque está incrustado en muchos aspectos, tanto biológicos como en experiencias que pudimos haber vivido anteriormente. Sin embargo, si podemos transformarlo, comprender que ese miedo no es una falla personal, sino una respuesta humana, completamente normal y algo por lo que todos pasamos, es el primer paso. Y desde mi perspectiva, hablarle al otro desde lo que somos, sin pretender perfección, es una forma que nos ayuda a resistir y a hacer más sobrellevadero el juicio que alguien pueda llegar a emitir, así como a recuperar el poder de nuestra voz y el mensaje que deseamos transmitir. 

Como en cada capítulo de mi columna, querido lector, es importante recordarte que este sitio es un espacio que tiene como objetivo, descubrir los fascinantes aspectos de nuestra mente, con información recabada en diferentes sitios web especializados en psicología, como con profesionales de la salud mental, sin embargo, no tiene la intención de sustituir de ninguna forma la terapia psicológica, si necesitas una segunda opinión, la mejor opción, siempre será acercarte a un especialista. 

Hablar en público puede representar un reto enorme, pero si tienes la intención de desarrollar esta habilidad, claro que puedes lograrlo. Recuerda que es un proceso en el cual es imprescindible ir paso a paso, a tu ritmo pero seguro de que es una herramienta que todos somos capaces de aprender y dominar.