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Identidades asesinas

Estas jornadas decembrinas, donde el ciclo noticioso —fuera de la excepción por la trágica e inesperada muerte de Martha Erika Alonso y Rafael Moreno Valle— parece suspendido, son un momento para tomarse un respiro de la polarización que circula por las redes sociales y pensar más allá de la política; aprovechar el tiempo para reflexionar sobre las fuerzas e ideas que le dan forma a nuestras culturas, nuestra política y nuestra forma de interactuar con los otros. Por eso, en estos días estaré compartiendo algunas de las lecturas que más me marcaron en el año.

Estas vacaciones terminé Identidades asesinas, uno de los libros más inteligentes sobre el problema, individual y colectivo, de la identidad. Se pregunta cómo es que en un mundo como el actual, que continúa dividido centralmente por la separación religiosa entre el Islam y el Cristianismo, se construyen y forjan las identidades. Y es que no solo tenemos identidades individuales delineadas por nuestras experiencias, nuestro contexto cultural y espacio familiar, sino que vamos creando identidades colectivas.

El autor del libro es Amin Maalouf. Nacido en Líbano y vivido sus primeros años en Egipto, la guerra civil libanesa lo obligó a salir de su país y buscar refugio en Francia. Esa experiencia bélica lo marcaría para el resto de su vida. Sin embargo, lo trascendente para el libro es su experiencia vital en dos naciones distintas, el problema que representan las fronteras y lo que producen en nuestras identidades. Por eso, también es una reflexión acerca de nuestros prejuicios, nuestra comodidad para agrupar a los individuos en colectivos y restarle complejidad a la existencia humana.

Justamente en ese esfuerzo por desproveer a la individualidad de sus complejidades más fascinantes es que obligamos a las personas a definirse por un solo elemento. En el mundo de los nacionalismos y radicalismos religiosos, no podemos ser simultáneamente de un país y de otro sino que hay que optar; para los enemigos de la complejidad, no somos un vaso cuyo contenido se define por la mezcla de distintos y variados líquidos, sino un recipiente donde solo se vacía uno.

El problema de la identidad es también el de nuestro tiempo, donde lo relevante para la vida pública es quién eres: negro, chino, mexicano, gay, transgénero. En este sentido, esa visión es abiertamente antiliberal: el velo de la ignorancia rawlsiano que nos impone crear una sociedad donde la identidad sea irrelevante para tratar a los demás, lo rompemos para que la identidad defina el futuro en sociedad.

La identidad, dice Maalouf, es el problema central de la filosofía desde el “cónocete a ti mismo” de Sócrates. Por eso, el libro no solo ayuda a esclarecer nuestro tiempo, sino también el problema mismo de nuestra existencia humana.