En los últimos meses el intelectual prianista Sergio Aguayo Quezada se ha dedicado a promover al alcalde capitalino Xavier Nava Palacios como aspirante a la gubernatura potosina, ha publicado artículos en Reforma para cubrirlo de elogios excesivos y le ha organizado foros para su lucimiento personal.
Aguayo es muy cercano a Nava Palacios, le da el trato de ahijado, lo conoció muy joven cuando el doctor Salvador Nava compitió por la gubernatura frente a Fausto Zapata, ahora no se cansa de echarle porras al extremo de ponerlo de ¡ejemplo nacional!, pese a que reparte despensas con una leyenda de campaña como cualquier político populista y tiene a miles de familias potosinas sin agua potable.
La imagen de Aguayo como defensor de derechos humanos y promotor de la democracia, con la que ha lucrado durante muchos años tanto en México como en el extranjero, ha resultado una falsedad de acuerdo a la periodista Guadalupe Lizárraga que le ha reprochado su lisonjeo al ex ministro Eduardo Medina Mora, señalado de lavado de dinero y corrupción en los gobiernos de Fox, Calderón y Peña Nieto.
Aguayo se hizo de la vista gorda durante 18 años, afirma Lizárraga, y el libro que publicó el “investigador de inteligencia”, “La Charola” solo sirvió para legitimar que el CISEN no estaba infiltrado por el narcotráfico y enfocaba su crítica en el espionaje político, deslindando a Medina Mora que fue director de ese organismo.
“No tengo, por supuesto, duda alguna de su integridad y compromiso personales con los valores democráticos”, dijo Aguayo de Medina Mora que tuvo que dejar de manera vergonzosa su cargo en la Suprema Corte de Justicia de la Nación al ser investigado por el gobierno federal por enriquecimiento ilícito y lavado de dinero, desde entonces desapareció del mapa.
Guadalupe Lizárraga es una periodista valiente, no le teme a Aguayo y su mafia de pseudo activistas de derechos humanos como el senador Emilio Álvarez Icaza, otro padrino de Nava Palacios, ya se enfrentó antes a la poderosa e intocable Isabel Miranda de Wallace con el libro “El falso caso Wallace. Una investigación periodística sobre la falsificación de culpables en México”, el Wallace servía de tapete del narcopolicía calderonista Genaro García Luna.