titulo_columna
Martha Navarro
El mundo de los introvertidos

Todos fuimos “el nuevo”

La vida va muy rápido, tan rápido que hay momentos en los que es importante detenernos y cuestionarnos lo que hacemos, quienes somos y ¿cómo podemos mejorar como personas?, temas e interrogantes de las que hablamos muy poco, al punto de subestimar el valor que tienen. 
Sin duda, querido lector, quiero que este pequeño espacio, sea un lugar donde podamos indagar más a profundidad acerca de esto.

El día de ayer, estando recostada en mi cama, rebobinando pequeños sucesos de mi vida, recordé mi personalidad creativa y curiosa, pues siempre fuí la niña que se preguntaba el porque de las cosas que nos rodeaban, recuerdo que a pesar de ser una niña tímida, me gustaba aprender y podía perderme horas cuando se trataba de algo que me gustaba.

Cuando eres niño, es muy raro que algo te asuste o te de miedo, es decir, claro que existen sus excepciones, pero por lo general, tienes unas ganas intensas de comerte al mundo, te sientes capaz de lo que sea.
Y recordando un poco mi infancia, y mi crecimiento, también recordé que en ese proceso tuve oportunidad de conocer personas que en algún punto, me hicieron sentir mal por cuestionar y hacer tantas preguntas, como si el no saber lo mismo que otras personas ya sabían, se convertía automáticamente en un signo de debilidad o vergüenza; fue entonces donde me pareció interesante discutirlo aquí.

Y para continuar... me gustaría que recordaras cuando fuiste el nuevo de la clase, cuando fuiste el nuevo en tu trabajo, cuando fue tu primera vez en el gym o cuando fue tu primera vez haciendo algo que te interesaba pero de lo que tu conocimiento era poco, apuesto que apuntar a los nervios que sentías o al miedo, es poco para describir todas las sensaciones que sacudieron tu cuerpo. 
¿Cómo te hubieras sentido si hubieras tenido una persona que te ayudará?, alguien con quien hubieras podido resolver tus inquietudes sin sentir pena o sin sentirte juzgado. 

A medida que vamos avanzando en el camino, muchas veces olvidamos quienes éramos al principio de el, olvidamos que como todos estuvimos en una posición vulnerable y en una posición de aprendizaje, y en algunas de esas ocasiones el ego nos hace malas jugadas donde nos da como recompensa creencias en las cuales pensamos conocer todas las respuestas y perder la paciencia cuando alguien más “no las tiene”, dejando atrás que en algún punto fuímos nosotros quienes hicimos las mismas preguntas. 

Estar en un lugar privilegiado en donde tu conocimiento es lo suficientemente amplio como para denominarte un profesional en tu área, creo que es uno de los sentimientos más hermosos que cualquier ser humano puede sentir; el orgullo, la admiración y el respeto por ti mismo; sin embargo, como todo en la vida debe existir un balance que te permita ir a los dos lugares; al reconocimiento de lo que eres y lo que has logrado, como también a la humildad de entender que incluso sabiendo demasiado, sigues sin saberlo todo. 

Valores como la empatía, la humildad y el ayudar a otros, son cosas que no suelen tocarse muy a menudo, pero que como sociedad nos impulsa a cambiar y a ser mejores poco a poco, a ir transformándonos.

Si en algún punto, tuviste el papel de ser el que enseña, de ser el profesor, el maestro, asesor, capacitador o jefe de alguien, pregúntate ¿cómo me hubiera gustado que fuera mi proceso cuando estaba aprendiendo?; y de ahí poner en práctica todas las cosas con las que te hubiera gustado encontrarte. 
Recordemos que existen ocasiones donde los aprendices también pueden darnos grandes lecciones; que los alumnos pueden darnos grandes enseñanzas, que aunque estemos “arriba”, todos hemos estado abajo, y que aunque seamos los mejores, en algún momento… todos fuimos “el nuevo”