Por Redacción Contra Réplica

El misterioso ritual que elige al nuevo Papa y conmueve al mundo

Aislados del mundo exterior, los cardenales celebran el Cónclave, el milenario proceso que decide el futuro de la Iglesia Católica.

Cada vez que un Papa fallece o renuncia, el mundo dirige su mirada al Vaticano, donde bajo un manto de tradición y secretismo se activa uno de los rituales más solemnes de la cristiandad: el Cónclave. Este antiguo procedimiento, cuyo nombre proviene del latín cum clave (“con llave”), representa no solo una elección, sino una afirmación de fe y continuidad para la Iglesia Católica.

El Cónclave reúne a los cardenales electores, aquellos menores de 80 años, llegados de todos los rincones del mundo. Estos purpurados son confinados en la Casa de Santa Marta, dentro de los muros vaticanos, completamente incomunicados del exterior. Se les prohíbe el uso de teléfonos, televisión o redes sociales, asegurando que el discernimiento esté guiado únicamente por la reflexión, la oración y el Espíritu Santo.

La elección se realiza en la Capilla Sixtina. Cada cardenal escribe el nombre de su candidato en una papeleta y la deposita en una urna. Se permiten hasta cuatro votaciones por día. Para ser elegido Papa, un candidato debe obtener una mayoría de dos tercios de los votos.

El resultado de cada ronda se comunica mediante la tradicional fumata. El humo negro indica que no se ha llegado a una elección; el humo blanco, que un nuevo Papa ha sido elegido. Este momento, cargado de simbolismo, es esperado por miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, quienes estallan en júbilo al ver la señal que anuncia el nuevo liderazgo de la Iglesia.

 

Más que un protocolo, el Cónclave es el corazón del proceso de sucesión apostólica, una tradición que garantiza la continuidad del mensaje de fe que ha guiado a millones de personas durante siglos.