Considerada una de las serpientes más emblemáticas del mundo, la anaconda ha capturado la atención humana durante siglos, tanto por su impresionante tamaño como por su papel fundamental en los ecosistemas sudamericanos. Originaria principalmente de la cuenca del Amazonas, esta especie ha sido protagonista de mitos, películas y documentales, pero su importancia biológica va mucho más allá del espectáculo.
La más conocida de sus cuatro especies es la Eunectes murinus, o anaconda verde, que puede llegar a medir hasta 9 metros y pesar más de 200 kilogramos, aunque en promedio alcanza entre 5 y 6 metros. Adaptada a la vida acuática, habita zonas pantanosas, ríos de corriente lenta y áreas inundadas, desplazándose con mayor agilidad nadando que reptando. A diferencia de muchas serpientes, no es venenosa: mata por constricción, envolviendo a sus presas con una fuerza que supera los 90 kilogramos por cada 6.5 cm², lo suficiente para detener la circulación sanguínea y la respiración.
La anaconda presenta un marcado dimorfismo sexual, siendo las hembras considerablemente más grandes que los machos. Esto les permite cazar presas mayores como ciervos, caimanes, e incluso intentar cacerías de jaguares o ganado, aunque estas últimas son poco frecuentes. Tras una gran comida, puede pasar semanas sin alimentarse. Curiosamente, durante la temporada de apareamiento, se han documentado casos de hembras que devoran a los machos tras la cópula, conducta observada también en otras especies animales.
Además, esta serpiente es ovovivípara, es decir, da a luz crías vivas. Una camada puede incluir entre 20 y 40 ejemplares, completamente independientes desde su nacimiento. Aunque las crías son vulnerables a depredadores como aves rapaces o peces grandes, la anaconda adulta no tiene enemigos naturales, salvo el ser humano. La caza furtiva y la pérdida de hábitat representan las principales amenazas para su conservación.
Como depredador tope, la anaconda regula poblaciones animales y su desaparición podría alterar gravemente el equilibrio de los ecosistemas fluviales. Lejos de los mitos y el cine, este reptil encarna la importancia de conservar la biodiversidad tropical y entender que incluso las especies más temidas tienen un lugar insustituible en la naturaleza.