El 3 de abril de 2014, Christine Armstrong, de 63 años, se encontraba realizando su rutina matutina junto a un grupo de amigos cuando ocurrió el ataque. La aleta del tiburón, de casi 4 metros, apareció sin previo aviso mientras nadaba en Tathra Beach, Nueva Gales del Sur, Australia. Y el mar, normalmente sereno, se convirtió en escenario de una tragedia.

A pesar de los esfuerzos de sus compañeros y de su esposo Rob, Christine no logró sobrevivir al ataque. Sus pertenencias fueron encontradas al día siguiente en la orilla, confirmando la magnitud del incidente. La comunidad de Tathra quedó conmocionada, ya que Christine era una figura muy querida, dedicada a entrenar a jóvenes nadadores y conocida por su generosidad.

Este incidente reavivó las discusiones sobre la convivencia entre humanos y tiburones, y la necesidad de tomar medidas de seguridad en las playas australianas. El Dr. Chris Neff, un experto en ataques de tiburones, señaló que Tathra Beach no tenía antecedentes de ataques, lo que hizo que el suceso fuera aún más impactante.

El caso de Christine Armstrong, ampliamente difundido en medios y redes sociales, se convirtió en un recordatorio de los riesgos inherentes al océano y la importancia de respetar su naturaleza salvaje e impredecible.

Con información de Infobae.