Frecuentemente solemos escuchar la frase: “El amor duele”, pero yo lo cambiaría por: “La limerencia duele”.
Querido lector, ¿alguna vez te has enamorado? Es probable que tu respuesta sea un rotundo sí, porque el enamoramiento es una experiencia que casi todos nosotros hemos vivido. Pero ahora imagina estar enamorado de alguien durante meses, o incluso años, sabiendo que no eres correspondido. Algunos pueden llamarle "amor platónico", sin embargo, esto podría tratarse de algo más profundo y, en ocasiones, hasta dañino: la limerencia.
Pero, ¿qué es la limerencia?. La limerencia es un estado mental involuntario que surge de una atracción romántica obsesiva hacia alguien, acompañado de una intensa necesidad de ser correspondido. Según Marta Garrido González, psicóloga clínica en el centro Psicólogos Málaga PsicoAbreu, este estado puede evolucionar de un enamoramiento normal a una obsesión, razón por la cual se considera un trastorno psicológico.
El término de “limerencia” fue acuñado por la psicóloga Dorothy Tennov, quien lo exploró a fondo y plasmó sus hallazgos en su libro "Amor y limerencia: la experiencia de estar enamorado". Tennov recopiló miles de testimonios y cartas para sustentar su teoría sobre este estado mental, que por describirlo un poco mejor, se asemeja al enamoramiento y contiene las mismas conductas y comportamientos, pero llevados a una duración de tiempo, mucho más prolongada e intensa.
La limerencia puede experimentarse durante las primeras etapas del enamoramiento, suele desvanecerse después de unos meses en relaciones correspondidas. Sin embargo, hay casos en los que esta sensación persiste durante años, incluso en ausencia de reciprocidad.
Buscando que logres conocer o entender de mejor manera como puede verse plasmada la limerencia en una persona al momento de relacionarse, el sitio Psicología Online, nos lo explica con algunos síntomas como los siguientes:
1. Pensamientos obsesivos: Hay pensamientos obsesivos sobre la otra persona que permanecen a lo largo del día o interfieren incluso con el proceso del ciclo de sueño.
2. Dependencia emocional excesiva: Existe una necesidad desmedida por que los sentimientos sean correspondidos con la misma intensidad.
3. Necesidad compulsiva de reciprocidad: Se hace presente una constante búsqueda de que la otra persona valide las emociones de quien desea ser correspondido.
4. Pérdida de esencia personal: Este punto se resume con la desconexión del propio ser, viviendo más en fantasías que en la realidad.
5. Miedo al rechazo: Se manifiestan síntomas físicos como ansiedad, temblores o taquicardias ante cualquier señal de rechazo.
6. Desconexión de la vida real: Las relaciones personales, laborales o familiares pasan a un segundo plano y pierden importancia.
7. Búsqueda constante de validación: Este factor está estrechamente relacionado con el tercero, con la diferencia de que sube a una escala mayor, queriendo la aprobación de la otra persona en cada aspecto y ámbito de vida.
8. Idealización extrema: Se pone a la otra persona en un pedestal, ignorando cualquier señal negativa de su comportamiento.
Ahora, ¿la limerencia puede superarse?, la respuesta es sí. Según Grulla Psicología y Nutrición, el primer paso para superar la limerencia es reconocer el problema. A partir de ahí, la terapia psicológica puede ser una herramienta clave para evaluar la situación y trabajar en estrategias que permitan desarrollar relaciones más saludables.
Este proceso, incluye tres aspectos generales importantes:
1. Estabilización emocional: Aprender a gestionar los pensamientos obsesivos y reducir la ansiedad.
2. Trabajo personal: Identificar las raíces de la dependencia emocional y fortalecer el autoestima.
3. Cambio de patrones: Aprender a relacionarse de manera más equilibrada y auténtica.
Las relaciones humanas son fundamentales para nuestro bienestar y calidad de vida. Sin embargo, encontrar un balance entre conexión y libertad emocional es sumamente significativo. Todos merecemos vínculos que nos aporten tranquilidad, al igual que quienes nos rodean merecen lo mejor de nuestra parte.
Si alguna vez has experimentado algo parecido a la limerencia, no te castigues, ni te culpes.
Reconocerlo es un acto valiente. Sé amable contigo mismo y trabaja en convertirte en tu mejor versión, tanto en lo interno como en tu relación con los demás. Recuerda, el amor sano no duele, y siempre estás a tiempo de aprender, sanar y evolucionar.