El paso del tiempo y la llegada de nuevas tecnologías han transformado profundamente la forma en que vivimos y trabajamos. Como resultado, muchos oficios que antes eran fundamentales para la vida diaria han desaparecido o se han transformado por completo. Lecheros, boticarios y telegrafistas son sólo algunos de los oficios que han quedado en el pasado.
El lechero, un oficio que desapareció con el refrigerador
Hace apenas 30 años, era común ver al lechero llegar por las mañanas con botellas llenas de leche recién ordeñada. Estos trabajadores, tanto hombres como mujeres, se encargaban de ordeñar vacas, cabras u ovejas, y transportar el líquido en grandes recipientes para su distribución.
Sin embargo, con la llegada de la leche industrializada, los envases de cartón y los refrigeradores, este oficio desapareció de la mayoría del país. Hoy, la leche se compra en supermercados y su conservación es mucho más sencilla, lo que hizo innecesaria la figura del lechero.
Vendedor de leña: del burro a la chimenea recreativa
Aunque este oficio no ha desaparecido del todo, ya no se practica como antes. Los vendedores de leña solían recorrer las calles con carretas tiradas por burros o cargando la madera en sus espaldas. La leña era esencial para cocinar en muchos hogares.
Hoy en día, pocas familias la utilizan para ese fin. Quienes compran leña lo hacen para actividades recreativas como fogatas, chimeneas o asados. La modernización de las cocinas y el acceso al gas y electricidad redujeron drásticamente su demanda.
Telegrafista: el oficio que desapareció con el celular
Entre 1851 y 1992, los telegrafistas fueron piezas clave en la comunicación nacional. Utilizando el código Morse, enviaban mensajes que podían cambiar el rumbo de un suceso importante. Con la llegada de los teléfonos móviles y las aplicaciones de mensajería, este oficio quedó en el olvido.
Hoy, la comunicación instantánea ocurre desde cualquier parte del mundo y con un solo clic. Nadie necesita ya aprender puntos y rayas para mandar un mensaje urgente.
Boticario: el alquimista de las boticas
Los boticarios eran los responsables de preparar remedios en las boticas, antecedentes de las farmacias actuales. Con conocimiento en herbolaria, mezclaban ingredientes según las recetas médicas. Para ejercer, debían pasar un examen y obtener un título de maestro boticario.
Con el auge de las farmacéuticas y la producción masiva de medicamentos, este oficio desapareció. Hoy en día, los remedios los prescriben médicos titulados y se adquieren en farmacias comerciales.
El sereno: guardián de las calles en otros tiempos
Originario de España, el sereno fue un oficio que también llegó a México en la época virreinal. Su labor era vigilar las calles por la noche, encender el alumbrado público y resguardar llaves de casas. Su rol combinaba el de velador y policía de confianza.
Aunque ya no existen como tal, los serenos dejaron una huella en la cultura popular. Hoy, la vigilancia nocturna está a cargo de corporaciones de seguridad privada o sistemas de videovigilancia.
Otros oficios que quedaron en el pasado
También desaparecieron otros trabajos esenciales del México antiguo. Los telefonistas, que conectaban llamadas manualmente, dejaron de ser necesarios con la automatización. Los faroleros, encargados de encender lámparas de aceite en la vía pública, fueron reemplazados por el alumbrado eléctrico. Los aguadores, que llevaban agua a domicilio, se extinguieron con la red de agua potable. Los recaderos, que recogían ropa para lavar, se hicieron innecesarios con las lavanderías automáticas.
Y los mecanógrafos, especialistas en escribir a máquina, fueron desplazados por las computadoras y los procesadores de texto.
México, como el resto del mundo, ha visto cómo los oficios tradicionales ceden ante el progreso. Algunos se transforman, otros desaparecen por completo, pero todos forman parte de la memoria histórica del trabajo en el país.