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Ernesto García Hernández
Opinión

La falta de cultura política, el talón de aquiles de la democracia nacional

Al cuarto para las doce, a manera de medida emergente, el Consejo Estatal Electoral y de Participación Ciudadana de San Luis Potosí desplegó una especie de operativo para explicar la elección, que a ciencia cierta nadie sabe cómo va a funcionar. Resulta inexplicable que, ya iniciada la elección judicial y las campañas, se pretenda explicar a la gente cómo se va a votar en las cuatro regiones del estado. Además, el partido Morena ha desplegado una especie de campaña institucional para incentivar la transformación del Poder Judicial, situación que, si en su momento la hubiera impulsado el PRI, habría sido duramente cuestionada por la oposición que hoy critica, pero cuya nula participación y la narrativa de la transformación han opacado esta posibilidad de revertir el discurso oficial. Y es que la estrategia me parece simplona, pues vincular el color guinda al incentivo del voto no basta, y no falta quien hasta el águila republicana y la idea de transformación se robó. Pero eso no garantiza votos.

Los candidatos han optado por realizar lo que hace mucho tiempo debieron haber hecho: socializar el derecho con las actividades cotidianas. Sin embargo, resulta tardío intentar implementar estas estrategias en una campaña tan corta. La novatez de los aspirantes les hace creer que un mitin disfrazado de conferencia va a acercar a sus votantes, o incluso va a despertar el interés por acudir a las urnas. Eso no funciona así: es el símil del acarreo estudiantil. Llevo a un auditorio a escucharme por una hora, a dos personas que no están empapadas en la terminología jurídica, con el resultado de siempre: aburrimiento y sueño del público. Que me vean de buena forma no implica que tengan un interés legítimo en el tema. Si fuera el caso, la gente tendría saturadas las conferencias de la Casa de la Cultura Jurídica, los escenarios universitarios y cualquier otro espacio similar. Sin embargo, también es preciso señalar que los abogados batallamos en comunicar, derrumbando el mito de que el abogado es chorero. ¿Por qué le digo esto? Porque basta ver las entrevistas, videos o espacios de participación: si duran más de dos minutos y logran captar su atención, ¡felicidades!, ya vieron más del 70 % de la población.

Y es que el tema electoral no es sencillo. No es solo de abogados. Se necesitan comunicólogos y politólogos. Para muestra, un ejemplo: hace un par de días me encontraba en un mercado desayunando, como cualquier potosino, cuando a mi mesa llegó una aspirante que me dejó un volante. Me saludó y me dijo que era aspirante a magistrada. Tan tan, se acabó. No me dijo su número, cómo se podía votar por ella o, ya de perdida, qué funciones realizaría. Eso yo lo sé, pero el grueso de la población no. No se trata de repartir volantes y tomarse la foto. Esa campaña sirve en otro momento, pero ahora se trata de movilizar a un electorado apático que no tiene incentivos para acudir. ¿De qué sirve repartir folletos si no se explica de qué se trata? Es aquí donde se conjuntan dos elementos cruciales.

Primer elemento olvidado: el CEEPAC quiere incentivar al electorado a menos de un mes de la votación. Segundo elemento: el gobierno morenista quiere incentivar el voto. Y la estocada final: los candidatos no pueden desarrollar empatía por sus candidaturas. ¿Cuál es el resultado? Sencillo: una estrepitosa caída en los índices de votación, apatía y una campaña que pasa desapercibida por todos lados. En México, nuestra cultura política está ampliamente ligada a cómo aprendimos a votar: a base de dádivas, promesas y clientelismo. No es nuestra culpa: así aprendimos a votar por 70 años. Sin embargo, en los casi 35 años de creación de instituciones electorales, estas no se encargaron de generar una base de capacitación ni de construir una cultura democrática. Hoy nos duelen esas carencias. Ya no se enseña en las escuelas la importancia del voto ni sus efectos. ¿Por qué? Porque los niños no votan. Pero eso no significa que no se deba destinar recursos para fomentar la participación entre los alumnos de preparatoria, universitarios o la población en general. Nuestra cultura política sigue en pañales, y mientras no la construyamos, seguiremos cojeando del mismo pie, aunque votemos hasta en concursos televisivos o en las votaciones de redes sociales.