En una operación sin precedentes, un equipo científico noruego realizó en abril las primeras biopsias de tejidos grasos a osos polares en el archipiélago ártico de Svalbard, con el objetivo de estudiar los efectos de contaminantes en su salud en un contexto de creciente impacto del cambio climático. La expedición, que fue acompañada por la agencia AFP, forma parte del programa de investigación del Instituto Polar Noruego, que lleva 40 años monitoreando a esta especie emblemática del Ártico.
Desde un helicóptero, el veterinario Rolf Arne Olden disparó dardos anestésicos para inmovilizar a los osos, lo que permitió a los científicos tomar muestras de grasa y sangre. Estas se mantienen vivas por algunos días en el buque rompehielos Kronprins Haakon, donde se exponen a contaminantes y hormonas del estrés antes de ser congeladas para su análisis posterior en laboratorio.
“El objetivo es replicar lo más fielmente posible el entorno natural del oso polar, pero bajo condiciones controladas de laboratorio”, explicó la toxicóloga belga Laura Pirard, quien desarrolló el innovador método de estudio.
Durante la expedición de este año, el equipo capturó 53 osos, entre ellos 10 hembras con crías, y colocó 17 collares electrónicos con GPS, además de pequeños dispositivos que registran la temperatura y el pulso de las osas, únicas capaces de portar collares debido a la morfología de su cuello.
La investigación busca comprender cómo el aumento de contaminantes químicos y la pérdida de hielo marino están afectando la fisiología, hábitos alimenticios y desplazamientos de los osos. En Svalbard, estos animales se ven cada vez más obligados a permanecer en tierra y buscar alimentos alternativos como renos, huevos o hierba, debido a la reducción del hielo que limita su acceso a focas, su principal fuente de alimento.
“El Ártico se está calentando cuatro veces más rápido que el resto del planeta”, recordó Jon Aars, jefe de la misión, al tiempo que advirtió que este cambio obliga a los osos a adaptarse, aunque los nuevos alimentos no les proporcionen la energía necesaria para sobrevivir en condiciones extremas.
Aunque la población de osos polares en la región ha crecido ligeramente en la última década, los científicos advierten que la combinación de pérdida de hábitat, exposición a contaminantes y cambio en la dieta representa una amenaza creciente para su salud y supervivencia.