Cuando desde el movimiento feminista se creó la frase “el machismo mata”, no sólo se refiere a la acción directa, sino a todo un sistema que genera, alimenta y construye las condiciones para que esto ocurra.
La frase me ha retumbado en la cabeza tras leer en los medios uno y otro caso de violencia contra las mujeres. Y no es que en otros días o semanas no haya noticias sobre ello, sino que hay semanas que las noticias se te atragantan.
El machismo mata y lo hace a la luz de sociedades, gobiernos, instituciones, religiones, medios de comunicación y escuelas, ante el mundo entero. Mata dentro y fuera de casa, mata con manos masculinas y con las negligencias institucionales.
Mata, cada que las autoridades no escuchan las exigencias de las madres y padres que buscan a sus hijas desaparecidas. Cada que las autoridades responden que se fue con el novio, que anda por ahí, que al rato regresa, mata.
El machismo mata cada que un fiscal declara que si las mujeres jóvenes van a una cita de trabajo, “vayas acompañada”, como lo hizo el Fiscal del estado de Morelos, Uriel Carmona. Mata, porque responsabiliza a las víctimas, porque como autoridad no mira a los agresores ni hace justicia, y sigue en el cargo. Mata porque elude su responsabilidad y la traslada a las mujeres.
El machismo mata cuando autoridades universitarias piden a las alumnas cuidar su vestimenta para prevenir el acoso sexual, como lo hizo la directora de la preparatoria Oficial de León, de la Universidad de Guadalajara, Dalila Camarena.
Mata cada que pone oídos sordos a las exigencias de las estudiantes para acabar con la violencia que viven por parte de sus compañeros, maestros, personal administrativo.
Porque el machismo no tiene sexo, lo ejercen mujeres u hombres quienes comparten una visión que subordina a las mujeres, que las responsabiliza de lo que les pase y que excusa a los hombres.
El machismo no solo es individual sino colectivo, se entrelazan las posiciones individuales y comunitarias que creen que lo que nos pasa a las mujeres es porque lo buscamos, lo provocamos, porque lo propiciamos.
El machismo es una forma de educación que hace de las mujeres las víctimas de hombres incontrolables, animales que reaccionan al instinto violento bajo el cual fueron educados, socializados, y alimentados cada día por frases, chistes, canciones, libros, teorías, declaraciones acciones y omisiones y un largo etcétera.
El machismo mata cada que autoridades responsables de proteger a las mujeres no ponen todos sus recursos para ello y se excusan en la burocracia o peor aún, hace que las mujeres pasen de víctimas a victimarias como es el caso de Laura en el Estado de México quien ha denunciado desde 2004 la violencia de su ex esposo, sin acceder a la justicia y hoy es perseguida para que pague una pensión.
Mata porque es un engranaje que ayuda a que el sistema funcione para proteger a los agresores, para mantener un sistema de privilegio para los hombres a costa de la discriminación y desigualdad de las mujeres y niñas.
Un sistema que los protege cuando socialmente se justifica cada acto violento de los hombres, desde que ingresan a los vagones del transporte público exclusivo para mujeres, desde que se les anima a ser violentos a ser “hombres de verdad”.
El machismo mata porque invisibiliza los aportes de las mujeres, las excluye de la ciudadanía plena, de la humanidad, para convertirlas con consumibles a través de la pornografía, la prostitución y los vientres de alquiler.
Y seguirá matando el machismo a la luz del día y frente al mundo mientras la vida de las mujeres y las niñas siga sin ser verdaderamente valorada.