Una alimentación adecuada es esencial para el bienestar de cualquier mascota, pero en el caso de los gatos, sus necesidades nutricionales son particularmente exigentes. A diferencia de los perros, que son omnívoros, los gatos son carnívoros estrictos y requieren una dieta rica en proteínas animales y nutrientes que no pueden sintetizar por sí solos. Por ello, darles alimento formulado para perros puede tener consecuencias negativas para su salud a largo plazo.
En muchos hogares donde cohabitan ambas especies, es común que los gatos terminen comiendo del plato del perro. Aunque esto puede parecer inofensivo, los veterinarios advierten que los gatos necesitan nutrientes específicos como taurina, arginina, ácido araquidónico y vitamina A preformada, que no están presentes en cantidad suficiente en el alimento canino. Su deficiencia puede causar problemas cardíacos, hepáticos o visuales en los felinos.
Comer alimento de perro de forma ocasional no representa un peligro inmediato para un gato, pero si se convierte en un hábito, podría provocar deficiencias nutricionales y afectar su desarrollo, sobre todo en etapas de crecimiento o gestación. Además, la densidad calórica del alimento para perros suele ser más baja, lo que puede impedir que los gatos cubran sus necesidades energéticas diarias.
Para evitar que esta situación se repita, los expertos recomiendan separar las zonas de alimentación, establecer horarios definidos para cada especie y considerar el uso de comederos automáticos con identificación. Supervisar el comportamiento alimenticio de los gatos también puede alertar sobre posibles carencias en su dieta. En definitiva, garantizar que los felinos consuman un alimento formulado exclusivamente para ellos es clave para mantenerlos sanos y activos.