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El Mirador
Redacción

Estoy cansada de luchar

“Ya estoy cansada de luchar. No recuerdo en que momento caí en esto, solo pasó, la rutina se repite una y otra vez, no me ayuda; me pesa el tener que salir de casa y enseñar la mejor cara, la que no demuestre tristeza. Con mis compañeros de trabajo, con la gente con quien trato, con mi propia familia; no me siento cómoda intentando encajar. Este sentimiento me provoca mucho dolor y a menudo tengo ganas de seguir la rutina de la noche: lavar mis dientes, beber agua dormir, pero no despertar más. Hay otras ocasiones en las que antes de dormir pienso en que podría morir ahora y nadie se daría cuenta, el mundo seguirá girando sin mí, luego pienso en que el futuro que me aguarda es solo vejez, enfermedad y dolor, lo pienso hasta quedar dormida, y así pasa una noche más, una mañana más, un día más. Ya no puedo”.

El texto de este día lo escribimos a propósito día mundial para la Prevención del Suicidio, fecha que se conmemora cada 10 de septiembre y que fue instaurada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde 2003.

Con esta conmemoración se busca hacer conciencia en todos los países sobre este problema de salud pública para que implementen acciones preventivas y no a una tragedia para las familias y para la sociedad.

Según la OMS, cada año cerca de 703 mil personas se quitan la vida, lo que equivale a un suicidio cada 40 segundos. Sin embargo, con la pandemia del coronavirus, la tasa mundial de suicidios se incrementó.

En cuanto a cifras nacionales, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), demostró que en nuestro país, durante el 2020 sucedieron 7 mil 818 fallecimientos por lesiones auto infligidas, lo que representa 0.7% del total de muertes en el año y una tasa de suicidio de 6.2 por cada 100 mil habitantes.

Lo preocupante es que la tasa de suicidio es más alta en el grupo de jóvenes de 18 a 29 años, ya que se presentan 10.7 decesos por esta causa por cada 100 mil jóvenes. E incluso se sabe, gracias al INEGI, que durante 2018, de la población de 10 años y más, el 5% declararon que alguna vez han pensado en suicidarse.

En 2020 entre las personas jóvenes de 15 a 29 años, el suicidio fue la cuarta causa de muerte a nivel mundial, después de los accidentes de tráfico, la tuberculosis y la violencia interpersonal.

Ser joven no es fácil, los adolescentes suelen experimentar fuertes sentimientos de estrés, confusión, dudas de sí mismos, presión para lograr éxito, incertidumbre financiera y otros miedos mientras van creciendo. Para algunos adolescentes el divorcio, la formación de una nueva familia con padrastros y hermanastros o las mudanzas a otras nuevas comunidades pueden perturbarlos e intensificarles las dudas acerca de sí mismos y con justa razón la pandemia por coronavirus, durante el año pasado se les obligó a tomar clases a distancia, un sistema nuevo en el que ni profesores ni alumnos logaron coordinarse, la presión y la exigencia, hacen como una salida fácil el suicidio.

Es frecuente que muchas de las personas que deciden quitarse la vida piensen que la vida tiene poco que ofrecerles y que vean la muerte como una liberación.

En la adolescencia, el suicidio es una condición que recién empieza a ser estudiada y comprendida, y aunque comparte con el suicidio en adultos factores comunes, la decepción y tristeza para con la vida es algo visible en muchos intentos de suicidio en jóvenes, siendo la persona incapaz de percibir las cosas buenas que tiene vivir.

La depresión y las tendencias suicidas son desórdenes mentales que se pueden tratar y para ello padres e instituciones, deben esforzarse por seguir estrategias para la prevención como:

  • Hacer seguimiento a personas que intentaron suicidarse y brindarles apoyo.
  • Sensibilizar a jóvenes, padres, docentes y trabajadores de la salud.
  • Identificar y tratar los trastornos mentales y uso de sustancias.
  • Capacitar para la prevención del suicidio a personal de la salud y la educación.
  • Restringir el acceso a los medios de suicidio más comunes.
  • Realizar intervenciones específicas para los grupos más vulnerables, como jóvenes indígenas y LGBT.
  • Difundir responsablemente información en los medios y redes sociales.
  • Mejorar el registro y análisis de los suicidios.
  • Para padres, maestros, trabajadores de la salud y jóvenes: reconocer las señales de alerta y buscar ayuda.