La historia de Yasmine Siam, una joven de 24 años que enfrenta un embarazo complicado en medio del conflicto en Gaza, refleja la alarmante situación de miles de mujeres palestinas. Vivir en tiendas de campaña, con escasez de alimentos y sin acceso adecuado a servicios médicos, ha hecho que el embarazo y el parto se conviertan en desafíos casi insuperables. La falta de carne, frutas y agua potable, así como el miedo constante a los bombardeos, agravan los riesgos para las madres y sus bebés en gestación.
Según datos del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), hasta el 20% de las mujeres embarazadas en Gaza están desnutridas y la mitad enfrenta embarazos de alto riesgo. Además, los hospitales en la región operan parcialmente debido a los ataques, lo que impide un seguimiento adecuado de la salud materna. En hospitales como el Nasser de Jan Yunis, los abortos espontáneos se han duplicado en comparación con el año anterior, y los nacimientos prematuros o con complicaciones se han vuelto cada vez más frecuentes.
La destrucción de infraestructura médica, el bloqueo de suministros esenciales y la falta de medicamentos han dejado a hospitales y clínicas incapaces de atender las necesidades básicas de las mujeres. Médicos Sin Fronteras y UNICEF han documentado un deterioro severo en las condiciones de salud materna, donde muchas veces las mujeres dan a luz en condiciones insalubres, exponiéndose a infecciones mortales. Los respiradores para bebés prematuros son insuficientes y los equipos médicos donados no han podido ingresar al territorio debido al bloqueo.
Más allá de la falta de recursos, el estrés extremo de vivir en un estado constante de violencia también impacta gravemente en la salud de las embarazadas. Historias como la de Siam, quien enfrenta dolores y sangrados sin poder recibir la atención adecuada, se repiten en todo Gaza, mientras organizaciones humanitarias advierten que las consecuencias de esta crisis serán duraderas y devastadoras para toda una generación.