Hay ocasiones, como la que estamos viviendo en nuestro país, que nos la pasamos con el corazón estrujado porque no terminamos de reponernos de un horror, cuando se viene otros más y pareciera que las autoridades están acostumbradas a ello, pero a la ciudadanía nos indigna.
¿Cuándo dejaremos de contar muertas y muertos y empezaremos hablar de la vida, de la buena vida que queremos vivir en México?
Mientras llega ese momento tenemos que resistir, alimentar la indignación para que la desesperanza no nos invada; alimentar la resiliencia, como miles de mujeres lo hacen todos los días para seguir defendiendo la vida y buscar a miles de seres humanos desaparecidos en nuestro país en 62 años.
Se nos dijo que con este gobierno federal nadie estaría por encima de la ley, que el Estado de Derecho sería lo que prevalecería. Esa promesa no solo se ha incumplido, sino que, incluso, se ha dejado de hablar de ella.
Ciertamente no son los mismos quienes gobiernan este país, pero en muchas ocasiones actúan igual.
Peleamos por una fiscalía que sirviera a la ciudadanía y tenemos un fiscal que sirve de manera selectiva y para sus intereses; que no investiga, especialmente cuando la vida de las mujeres está en juego; que considera al delito de feminicidio como un estorbo y no hace nada para que se deje de clasificar mal y, sobre ello, hay cientos de ejemplos.
Está tan desgastado el discurso que hasta la afirmación de que el actual gobierno federal es el “más feminista” se ha ido quedando a un lado porque no hay sustento. Nos siguen matando y la desigualdad de las mujeres sigue creciendo.
Los refugios que dan cobijo, cuidado y fortaleza a las mujeres y sus familias para dejar la violencia fuera de sus vidas, en seis meses, han recibido 19 por ciento del total de recursos que está obligado a otorgar el gobierno para su funcionamiento.
La ley reconoce el derecho a la legitima defensa cuando nuestra vida se ve en riesgo, pero si somos mujeres este derecho se convierte en delito y somos enjuiciadas como delincuentes, dejando libres a los verdaderos criminales. Y para muestra un botón: Roxana Ruiz Santiago, quien tiene la misma edad de la hija del periodista tamaulipeco asesinado ayer, no enfrenta la muerte, pero sí un juicio por homicidio por defenderse de su violador.
La justicia se arranca en este país a trozos, no por voluntad de las autoridades nacionales, sino por las sentencias internacionales.
16 años de la resiliencia de las mujeres de Atenco y cuatro años de la sentencia de la Corte Interamericana lograron que estos días se presentara el Diagnóstico Nacional sobre Tortura Sexual cometida contra Mujeres Privadas de Libertad en México.
Con él, se confirma que el abuso policial se mantiene en su esplendor, pues ocho de cada 10 mujeres fueron víctimas de violencia en algún momento de su proceso judicial; queda pendiente el observatorio independiente sobre el uso de la fuerza policial.
¿Será por esto que ya no se habla del Estado de Derecho? Porque hay tantas deudas pendientes del pasado y del presente.
Y la lista puede seguir, estos hechos son solo de los días recientes. Es una pequeña radiografía de lo que vivimos a diario quienes no estamos en ningún palacio ni casa de gobierno, porque ahí… hay otros datos.
Y mientras los derechos humanos en nuestro México se caen a pedazos, la fiesta política de las matracas y las corcholatas está a todo lo que da rumbo a un lejano 2024.
Lo que olvidan es que no hay país que se fortalezca en medio de la sangre y no hay democracia que se consolide si la vida no se toma en serio.