La Conferencia Episcopal Italiana (CEI), con el respaldo del Vaticano, publicó nuevas directrices que regulan el ingreso de jóvenes homosexuales a los seminarios en Italia. Estas reglas, que destacan por su carácter restrictivo, permiten la entrada de candidatos homosexuales al sacerdocio únicamente si no promueven lo que denominan "la llamada cultura gay", exigiéndoles además mantener en reserva su orientación sexual.
El documento, compuesto por 68 páginas, establece que aquellos con tendencias homosexuales profundamente arraigadas o que practiquen la homosexualidad no serán admitidos al sacerdocio. La CEI subraya que estas restricciones buscan preservar el celibato y la discreción como pilares fundamentales de la formación religiosa, lo que ha sido interpretado como una política similar al "Don’t ask, don’t tell" que aplicaba el ejército estadounidense.
En este contexto, las declaraciones del papa Francisco han generado polémica. En encuentros privados durante 2024, el pontífice utilizó expresiones despectivas hacia los homosexuales, como el término romano frociaggine, causando indignación entre defensores de derechos LGTB+. Aunque Francisco posteriormente ofreció disculpas y aclaró que no buscaba ofender, sus palabras han reavivado el debate sobre la postura de la Iglesia Católica frente a la diversidad sexual.
El endurecimiento de las políticas en seminarios contrasta con los avances en derechos para la comunidad LGTB+ en muchos países de Occidente, donde se han legalizado uniones civiles y se ha despenalizado la homosexualidad. Sin embargo, la Iglesia Católica sigue enfrentando críticas por no adoptar posturas más inclusivas y por perpetuar mensajes que algunos consideran discriminatorios.
Organizaciones defensoras de los derechos del colectivo han expresado su preocupación por el impacto de estas medidas en la inclusión y el respeto a los derechos humanos dentro de la institución religiosa, mientras llaman al Vaticano a reconsiderar sus políticas para alinearse con los valores de igualdad y dignidad humana.